Tarot

Reseña de Tarot: Recuerdos de los patrones de una exitosa fórmula de terror ya ejecutada

Cuando un grupo de amigos infringe de manera imprudente la regla sagrada de la lectura de las cartas del Tarot -nunca se debe utilizar la baraja de otra persona-, desatan sin saberlo un mal atrapado en las cartas malditas. Uno a uno, se enfrentan cara a cara al destino y acaban en una carrera contra la muerte para escapar del futuro que las cartas predicen.

¿Qué es esto? ¿Acaso estamos en presencia de la resurrección del terror de fines de los 90’s y principios de los 2000? Al menos a eso huele esta nueva apuesta del género, que echa mano nada menos que a una de las fórmulas más populares desde siempre en la vereda de los sustos.

En primer lugar, protagonistas adultos jóvenes, universitarios y a merced de sus locuras, sin miedo a nada y dispuestos a probar todo. Ese desenfreno y desfachatez da pie para contar una historia como ésta, que posteriormente aúna a los protagonistas en torno a algo en particular que los hace merecedores de una maldición. Por lo general, ese algo es una cosa en lo que la gente usualmente deposita su confianza para reafirmar sus convicciones; de ahí el uso del lo esotérico para alimentar las inquietudes en esta oportunidad.

Camino al destino maldito, encuentran múltiples advertencias e indicativos que los llaman a evitar seguir avanzando, pero aún así continúan en línea recta hacia su perdición. La desobediencia aquí se pone al servicio del espectador que, pese a condenar las acciones en pantalla, está ávido de que los jovencitos sufran las penas del infierno por sus actitudes desafiantes.

La mezcla se complementa con un poco de drama y traumas pasados, así como de quiebres amorosos e inseguridades propias de la transición a ser adultos. Esto potenciado por el componente paranormal, para terminar siendo perseguidos por una entidad maligna que no los dejará en paz hasta que den con su siniestro origen, historia y esa «extraña» persona que transmita la mitología de todo el embrollo. Porque el acoso no viene de parte de un villano de carne y hueso, sino que de un oscuro fenómeno mágico cuyo detonante está en la maldad humana profunda.

El espectador sabe lo que va a pasar. De hecho, en un principio, la película prácticamente hace un spoiler de sí misma en cuanto al orden y las explicaciones sobre por qué la sangre correrá. Entonces, tal como pasaba a fines del siglo pasado, el foco de la película cambia. Ya no es tanto sobre el por qué, sino sobre el cómo. Si bien hay un background bastante coherente para la maldición, lo que se quiere ver es cómo la carne de cañón es procesada hasta su fatídico desenlace.

Así se puede advertir que esto definitivamente no es lo que llaman terror elevado, que tanto terreno ha ganado en el último tiempo. Tampoco una elaborada trama para los escalofríos. Aquí los fans de franquicias como Sé lo que Hicieron el Verano Pasado y Destino Final sabrán a lo que van, y gozarán con el resultado. Porque inevitablemente a ese espíritu cinematográfico es a lo que a todas luces remite Tarot. Aquellas producciones que en algún momento tuvieron asidero en la productora Dimension Films. En ese entonces veías el logo de la firma en pantalla y de inmediato entrabas en la vibra que planteaba.

Aunque, por otro lado, busca más sustos de golpe que horror. Va por los saltos antes que el asco. Por lo mismo, las muertes son más insinuadas que puestas en exhibición explícitamente. Lamentablemente, estamos en una época en la que todo ofende y, en medio de la crisis de taquilla en los cines, los estudios sólo quieren convocar y no herir las sensibilidades de nadie.

Políticamente correcta, sin mayores ambiciones, Tarot de la Muerte hace pasar un buen rato si asumes que lo que vas a ver es una fórmula ejecutada anteriormente en incontables ocasiones y que incluso tuvo el potencial de engendrar franquicias. No por nada están todas las interesantes pautas para que la película tenga secuelas. Si no se le exige, entretiene. Si no la tomas muy en serio, la disfrutarás. Si buscas algo más complejo, ésta no es tu carta.

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