Pantera Negra, Wakanda Para Siempre

Reseña de Pantera Negra, Wakanda Para Siempre: Reinvención con potencial pero la ausencia se siente

En Pantera Negra: Wakanda Para Siempre, la reina Ramonda (Angela Bassett), Shuri (Letitia Wright), M’Baku (Winston Duke), Okoye (Danai Gurira) y las Dora Milaje (incluida Florence Kasumba) luchan por proteger a su nación de las potencias mundiales que intervienen tras la muerte del Rey T’Challa. Mientras los habitantes de Wakanda se esfuerzan por embarcarse en un nuevo capítulo, los héroes deben unirse con la ayuda de Nakia (Lupita Nyong’o) y Everett Ross (Martin Freeman) para forjar un nuevo camino para el reino de Wakanda.

El mundo sabía de que se trataría esto desde el momento en que falleció Chadwick Boseman y Marvel dijo NO a buscar un nuevo actor para el papel: un examen exhaustivo del duelo y un recargado tributo a la estrella que se apagó. Y la película ciertamente lo es, zanjando para siempre el destino de T’Challa en el MCU, porque el rey también falleció.

El luto traspasa de la realidad a la ficción e inunda desde el principio la nueva historia para Wakanda, una nación que ahora se ve amenazada por agentes externos que buscan aprovechar el vacío de poder y la ausencia del Protector.

En eso se exploran distintas formas de lidiar con el dolor. La aceptación, la negación, la tristeza inhabilitante, el alejamiento o quiebre de lazos primordiales. Pero también el descubrimiento de algo desconocido, de una cultura que permanecía oculta.

Ryan Coogler se las ingenia para equilibrar hasta cierto punto el drama con la acción y, si bien las dinámicas del mundo de los superhéroes tienen que alzar una figura que se tiña como villano, Namor es más bien una fuerza opositora. El guión nada en aguas que buscan explicar por qué surge la amenaza y el espectador ineludiblemente podrá entender las razones tras las decisiones más radicales. El deber, la responsabilidad, el cuidado familiar, la preocupación. Puros aspectos que generan empatía para los dos lados y son comprensibles.

Así mismo, la trama necesaria y afortunadamente se aborda con un tono más serio, quitándole el perfil de comedia que usualmente incluyen los estrenos de Marvel, y utilizando el humor sólo en un par de momentos en que las risas funcionan porque son intercambios graciosos entre los personajes y no remates diseñados meramente para el espectador.

Entre acción y drama se generan momentos altos, como la persecución y la escena del combate en el puente, pero también una vibrante introducción de la historia de Namor con Árboles Bajo el Mar, la colaboración de Vivir Quintana y Mare Advertencia Lirika, en los oídos o la presentación de Talokan al delicado ritmo de Con la Brisa, de Foudeqush y Ludwig Goransson. Y es que lo más destacable de la secuela una vez más es la música, tanto la de varios artistas como el trabajo incidental, ambos producidos por un brillante Ludwig Goransson, quien amplía los paisajes sonoros incorporando elementos folclóricos que le dan protagonismo tanto al perfil africano como a la veta mesoamericana que se agrega en esta oportunidad.

A propósito del retrato multicultural que se hace aquí, queda más que claro que es un crimen ver Black Panther: Wakanda Forever con doblaje, ya que se anula definitivamente todo el trabajo de representación que se hizo al incorporar distintas lenguas.

Y si bien el balance anteriormente mencionado está en la columna vertebral de la entrega, el asunto cambia cuando empiezan a pesar las dos horas y 41 minutos en que se extiende la película. Las costuras se notan y la obligatoria reinvención de la trama post muerte del protagonista queda en evidencia. La ausencia se siente, sobre todo cuando parece que a la Shuri de Letitia Wright le queda grande el papel protagónico, sobre todo al lado de las poderosas interpretaciones de Angela Bassett para la Reina Ramonda y Tenoch Huerta como Namor.

Los mensajes políticos que hicieron tan fuerte a la primera, aquí también parecen diluidos, poco relevantes y, por lo mismo, eso le resta fuerza al potencial significado de la producción. Si en la anterior Marvel se arriesgó, aquí juega sobre seguro y no se quema con nada.

En tanto, se cae en detalles absurdos como la explicación del nombre de Namor que es para la risa de lo ridículo o con el traje de Iron Heart, que parece juguete falsificado de los Power Rangers.

Para remate tiene un final que se presenta como grande, grandilocuente, rimbombante… Y puede parecerlo a nivel de escalas visuales, por ese coloso marítimo que nadie sabe de dónde sale; pero definitivamente esto es una mera ilusión. Esta conclusión se siente poco inspirada y mal iluminada, lo que le quita aún más credibilidad a lo ya fantasioso que quiere vender.

Escarbando en la resolución, ésta parece improvisada para convertirse en el remate tipo de las películas Marvel. La explosión conclusiva que tiene que estar así por el mero hecho de que debe ser, no porque necesariamente la narrativa lo demanda. She-Hulk se acaba de burlar de esto mismo, con una autocrítica gruesa a la forma en que el estudio hace las cosas; pero el estudio no aprende.

Black Panther: Wakanda Forever tiene aspectos positivos, pero el contrapeso de sus falencias termina opacando ese trabajo de reinvención. Cuesta creerle el potencial a la película cuando ésta solo permanece a la sombra de su gran antecesora, sin correr con colores propios. Y a pesar del correcto desempeño interpretativo, la ausencia Boseman es un fantasma que le va a penar para siempre.

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